La conservadora de raíces indígenas, con décadas de trayectoria empresarial y política lidera una inédita coalición
A DIEZ meses de la elección presidencial en México hay dos hechos inéditos que enmarcan la campaña: el fuerte despertar de la oposición con una candidata única y la alta posibilidad de que en este país, estereotipado como machista, su rival sea otra mujer.
Su irrupción y perfil personal desacomodan al oficialismo, que pretende representar y defender a los más pobres del país, entre ellos las comunidades indígenas.Gálvez nació en el central estado de Hidalgo, hija de un indígena otomí y una madre mestiza. Su infancia estuvo marcada por la violencia intrafamiliar y la pobreza, que la obligó de niña a vender gelatinas para poder acudir a la escuela.
López Obrador ha señalado a Gálvez como la"candidata de la mafia del poder", impulsada por los partidos tradicionales y empresarios que anhelan recuperar los"privilegios" que, afirma, gozaron en gobiernos anteriores, antes de su elección en el 2018. "Orgullosamente, las raíces de mi árbol son ancestrales", escribió en un mensaje en la red social X para responder a sus detractores que la acusan de utilizar sus orígenes para ganar espacios en la política.Entre sus dotes están sus habilidades para comunicar con un lenguaje informal, franco y salpicado de palabras de ‘alto calibre’ como se dice coloquialmente, que desatan sonrisas. Además, suele desplazarse por la ciudad en bicicleta.
Para Luis Estrada, director general de la consultora política Spin, la respuesta"enfurecida" de López Obrador ante la candidatura de Gálvez tuvo un"resultado contraproducente". Para ello no sólo mantiene el irrestricto apoyo a la estrategia de seguridad del actual gobierno, sino que exalta sus propios resultados en la Ciudad de México, donde fungió como alcaldesa desde diciembre de 2018 hasta junio pasado.